Julio Cotler, el intelectual crítico
Ahora que Julio Cotler ha muerto, el poder respira más aliviado, y el lugar común también.
En efecto, Cotler encajaba perfectamente en lo que debería ser el intelectual público. Por encima de todo, ejercía la crítica pedagógica en provecho del ciudadano. Sabía decir no, es decir, ponía siempre bajo la lupa al sentido común sin ningún rigor, y cuestionaba sin contemplaciones a las verdades acordadas, vinieran de donde vinieran, sea desde las esferas del poder, desde los cenáculos de pensamiento o desde la calle.
De esta manera, sus opiniones generalmente iban contra la corriente, incomodando permanentemente la paz de las argumentaciones al uso. Como intelectual crítico representaba la figura del moscardón, siempre zumbando alrededor de los políticos, poniéndolos en jaque haciendo evidentes sus inconsistencias argumentativas. Pero también atento al sentido común ciudadano, al que buscaba orientar.
Gran parte de sus reflexiones las transmitió a la ciudadanía gracias a los medios de comunicación. Por medio de entrevistas, Cotler no dejó de criticar nuestra vida política, luego de las cuales dejaba temas que serían motivo de debates, discusiones y reflexiones en diversos espacios. Es más, su importancia como intelectual público la construyó gracias a estos diálogos con el periodismo. Sus afirmaciones contundentes, sus prospectivas, muchas veces acertadas, y su sinceridad en el análisis, fueron la base del reconocimiento general que recabó. Si bien no tuvo nunca aspiraciones más allá de las intelectuales, sus afirmaciones expresaron el fastidio general del ciudadano con la vida política nacional.
En tanto sociólogo, Cotler no dejó una obra extensa, en la que destacaba su libro más famoso, Clases, Estado y nación, escrito en el exilio (lo había expulsado el velasquismo) y publicado en 1978. Su éxito se tradujo en las múltiples ediciones que mereció. Se trató de una lectura integral y contemporánea, realizada desde las ciencias sociales, sobre el Perú. Para ello recurrió al proceso histórico, utilizó fuentes de primera mano y elaboró hipótesis explicativas. No obstante, no estuvo exento de comentarios críticos y lúcidos como el de Guillermo Rochabrún, otro sociólogo.
Clases… fue quizá el último intento de construir una lectura integral del Perú desde la perspectiva sociológica, después de él no ha existido esfuerzo similar. Antes de Cotler el primer análisis integral del Perú fue de Francisco García Calderón, El Perú contemporáneo, terminado de escribir y publicado en el exilio, en París, en 1907. Posteriormente, Víctor Andrés Belaunde publicó en 1931 su libro La realidad nacional, otra lectura total sobre el Perú, escrito en Estados Unidos y publicado en París. Es interesante reflexionar cómo el exilio estimula a algunos intelectuales a pensar sobre la realidad nacional. Es un tema pendiente de abordar.
Cotler buscó mostrar en su libro insignia que desde la colonia hasta la República el Perú no experimentó grandes cambios. Que de alguna manera se mantienen las mismas formas de estructura social y de dominación (en las que conviven el racismo, el clasismo, la incomunicación, etcétera) que impiden construir al país en una verdadera nación. En este sentido, Cotler sí transmite un mensaje pesimista.
Es cierto que algunos hubiéramos esperado una producción académica más abundante, pero también es verdad que Cotler tuvo otra faceta en tanto intelectual, la de ser formador de rigurosos investigadores sociales, especialmente desde el Instituto de Estudios Peruanos. Los grupos de trabajo que conformó, los apoyos a investigadores que buscó y consiguió, las discusiones respetuosas con sus colegas sin importar de qué generación lo fueron identificando como un guía intelectual, papel que cumplió más por el IEP que desde la propia universidad, el espacio académico por excelencia.
Si bien el intelectual público que fue Cotler impactó en la sociedad por medio de la palabra hablada, el Cotler sociólogo alcanzó influencia por medio de la palabra escrita, la cual fue consumida principalmente por sus colegas.
Cotler siempre estuvo alejado del lugar común, del cliché, de los adjetivos que corren por diversos lugares periodísticos y que algunos quieren darle estatus de concepto. En este sentido, reivindicó la rigurosidad de la sociología y de las ciencias sociales en general, como miradores imprescindibles para comprender la vida nacional. Recuerdo que alguna vez me comentó que el impacto que tuvo Clases… se debió a que incluyó bibliografía, lo que no era usual en su momento. Exageraba, sin duda, pues su libro tiene otros méritos mayores, pero a lo que aludía, entiendo, es a la importancia de la profesionalización del sociólogo, del analista social, algo a lo que él contribuyó y de lo que se sentía orgulloso.
No era un cascarrabias, al contrario, tenía buen humor y a mostraba empatía cuando trataba y guiaba a los jóvenes que asomaban en el mundo de las ciencias sociales. Yo mismo puedo dar fe de ello. Con generosidad, indicaba bibliografía, corregía hipótesis, guiaba al investigador en su búsqueda de fuentes y, sobre todo, conversaba, no hablaba para que lo escuchen, sino que dialogaba genuinamente.
Finalmente, no concuerdo con aquellos que sostienen que Cotler no era de izquierda ni derecha. Por sus lecturas, círculos, ideas y reflexiones, era un sociólogo de izquierda con libertad de crítica absoluta. Lo que ocurrió fue que, cuestionador como era, no encontraba en la izquierda política ninguna base que sostuviera su adscripción a ella. Nuevamente, la política, esta vez desde la izquierda, estuvo rezagada con respecto a las propuestas explicativas, al conocimiento.
Con la partida de Julio Cotler, la vida intelectual peruana, y no solo las ciencias sociales, sufren un desgarro profundo. ¿Quién y cómo se podrá cubrir el vacío que deja? Es difícil decirlo. Mientras tanto, el poder respira más aliviado, y los debates públicos basados en lugares comunes retozan, al menos por ahora.
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